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TERCERO MEDIO

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1. INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA UNIVERSAL


    El concepto de Historia Universal nació en el siglo XVII bajo influencia racionalista. La idea de este concepto es abarcar la “totalidad” de la historia, pero, en la práctica, este objetivo no se logra, porque esta historia termina siendo europocentrica.

    El padre del concepto en análisis es el alemán Cristoph Keller (1634-1707), quien latinizó su nombre y se llamó a sí mismo “Cellarius”. Este autor, quien era profesor de la Universidad de Heller, se dedicaba a la traducción y publicación de textos latinos clásicos y, entre los años 1685 y 1696, imprimió tres volúmenes de Historia, para uso de sus alumnos, que llevaban los títulos de Historia Antiqua, Historia Media Aevi e Historia Nova. Cellarius recogió criterios que se venían gestando desde hace dos siglos, pero tiene el mérito de haberlos formulado y divulgado de manera definitiva.

    Keller dividió la historia en dos épocas principales:

    Antigüedad clásica o greco-romana: Es una época gloriosa, de gran desarrollo humano: científico, artístico, literario, etc. En general, se trataría de un período de gran libertad para el individuo. Para Cellarius esta época termina con el reinado de Constantino, quien permite la libertad del culto cristiano (Edicto de Milán, 313).

    Edad Moderna: Es un retorno a la grandeza de la antigüedad.

    Y en medio de estas dos épocas, como un “oscuro paréntesis”, agregó un extenso período que llamó “Edad Media”. Se trataría de un hoyo profundo en que prevalecen sólo elementos negativos; v. gr. ignorancia, superstición, fanatismo, tiranía religiosa, etc. Esto significa que la llamada “Edad Media” carece de un contenido propio, sino que sólo constituye un largo paréntesis entre dos épocas valiosas. Esta visión llevó a que el término “Edad Media” o el adjetivo “medieval” adquieren un fuerte carácter peyorativo, llegando a significar lo peor; v. gr. barbarie, oscurantismo, intolerancia, etc.

    Después de Keller, este esquema pasó a Francia, donde los próceres de la Ilustración se encargaron de difundirlo. Y, desde ahí, fue pasando a todo el mundo occidental.

    Hay que aclarar que el concepto de “Edad Contemporánea” aparece en el siglo XX, teniendo gran éxito y abarcando desde la Revolución Francesa (1789) en adelante. Este término es criticable, por cuanto ¿qué tiene que ver María Antonieta con Claudia Schiffer?

    Además, con los avances de ciencias como la Arqueología, Antropología física, etc., comenzó a hablarse de “Prehistoria”.


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    La separación de los distintos períodos se realiza mediante hitos históricos de una cierta significación; el esquema, al final, quedó configurado del siguiente modo:

    Prehistoria: Se extiende desde el origen del hombre hasta la invención de la escritura (año 3000, aproximadamente).

    Antigüedad: Se extiende desde la invención de la escritura (año 3000, aproximadamente) hasta la caída de Roma (476 d. C.: deposición del último Emperador, Rómulo Augustulo).

    Edad Media: Se extiende desde el 476 hasta alguna de las siguientes fechas alternativas:

    Ø 1450: Invención de la imprenta.
    Ø 1453: Caída de Constantinopla.
    Ø 1492: Descubrimiento de América.

    Edad Moderna: Se extiende desde alguno de los hechos anteriores hasta la Revolución Francesa (1789).

    Edad Contemporánea: Se extiende desde la Revolución Francesa (1789) hasta la actualidad.

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    Este esquema es un engaño, una forma negativa y dañosa de conocer la historia. Presenta, entre otros, los siguientes problemas:

    • Carece de un criterio básico y uniforme de periodificación: Algunos hitos son culturales (p. ej.: escritura, imprenta, etc.), otros son políticos (p. ej.: caída de Roma, Revolución Francesa, etc.), otros geográficos (p. ej.: descubrimiento de América). El historiador chileno Julio Retamal Favereau señala:

    “Todo esto es caótico y sin sentido, e indica la falta de un pensamiento claro que guíe la periodificación. Todo intento de dividir la Historia en etapas es lícito cuando se basa en un criterio preciso, objetivo y comprobable en la realidad. Así, por ejemplo, podemos establecer en Historia del Arte los períodos llamados Bizantino, Carolingio, Gótico, Barroco, Rococó, Neo-Clásico, y otros; o, en Historia Económica, una época de economía rural, una época de intercambio comercial, una época de economía industrial, y así sucesivamente. Pero pretender englobar varios conceptos en un solo esquema y darle a este último el carácter de “Universal”, resulta más de lo que la decencia permite” (Retamal Favereau, Julio, Y después de Occidente ¿qué?, Editorial Andrés Bello, Santiago, 2004, p. 37).


    • No se trata de una Historia Universal, sino europocentrica: En la práctica, es la historia de un solo continente y no del mundo completo. Por ejemplo, dable es preguntarse que tienen que los aztecas o incas con el Imperio romano o los chinos o indios con el llamado “Renacimiento”. Julio Retamal Favereau señala:

    “De este modo, el esquema resulta jactancioso al intentar englobar todas las culturas en moldes de exclusiva validez occidental”(Ibid.).

    El mismo Julio Retamal Favereau plantea una contra crítica; señala que no hay que emplear la crítica anterior en un “Caballo de Troya para Occidente” en términos de considerar a esta cultura como un Imperio que ha sojuzgado a las demás para explotarlas o destruirlas. Este autor plantea las siguientes preguntas:

    Ø ¿Dónde están las concepciones orientales, africanas o indo-americanas sobre división de la Historia en períodos, que pueda reemplazar a la occidental?

    Ø ¿Han llegado incluso las otras culturas tan siquiera ha concebir una Historia Universal como la Historia de todo el género humano?

    La respuesta de Retamal es claramente negativa (Cfr. Ibid.).

    • Divide la Historia en hitos precisos de dudosa significación: Por ejemplo, más importante que el 476 es el 410, año en que se produce el saqueo de Roma por las fuerzas godas lideradas por Alarico.

    • Tiene un marcado carácter ideológico: No busca buscar la verdad del pasado, sino sólo ser una herramienta de propaganda ideológica. Esta ideología es el racionalismo anticatólico.

    • Se diluye el concepto de ser humano: Se nos hace creer que hay distintos seres humanos, unos más buenos que otros. Sin embargo, si bien en la Historia pueden distinguirse mentalidades, costumbres, etc., el hombre como tal siempre es el mismo: tiene una naturaleza que se despliega con luces y sombras, con virtudes y defectos.

    • La historia no cambia de un año para otro, sino que se desarrolla en forma lenta y gradual.

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